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lunes, 12 de enero de 2015

ORACIÓN ANTES DE LA COMUNIÓN


 
 Mi especial protector San José,
tembloroso el corazón
y humillado el espíritu,
voy a acercarme a la sacrosanta
mesa eucarística.
 
¡Oh! me confundo al pensar
que he de recibir a mi Dios;
a Dios, que se digna
venir á mi alma para unirse con ella
de una manera tan íntima y tan afectuosa,
a Dios, que junto con la participación
de su santísima Humanidad me comunica
su propia divinidad, haciendo
a mi alma un espíritu con el suyo.
 
Soy indigno, más que indignísimo
de tanta fineza y de honor tanto.
¿Qué he de hacer? ¡Santo mío!

Deseo estrecharme con mi dulce Jesús;
pero veo al mismo tiempo, a mi indignidad,
mi poco amor y mis ingratitudes,
y esto me espanta y desazona.
 
Venid, venid, pues,
Vos que fuisteis y sois todo
paternal cariño para vuestro hijo adoptivo,
y que por vuestra eminente santidad
merecisteis ser llamado
padre del mismo hijo de Dios.
 
Venid a encender en amor
mi frío corazón:
prestadme vuestros grandes méritos
y vuestras privilegiadas virtudes.
 
Vos preparasteis con tierno afán
en el portal de Belén la pobre cuna,
en que había de reposar el Dios
nacido de vuestra virginal esposa;
Vos la convertisteis, cuanto
os lo permitió la penuria en que os hallabais,
en un lecho blando y abrigado.
 
Preparad á su vez mi alma,
convertidla en decorosa y apacible
morada de mi Dios;
ablandadla de su dureza;
abrigadla con vuestra protección,
para que el amantísimo Jesús
pueda reposar en ella
con amorosa complacencia.

Y Vos, Virgen santísima,
venid con vuestro amadísimo
y angelical esposo a disponer mi corazón,
 que tan vacío se halla de virtudes,
y tan ocupado de amor propio
y vanos deseos.
 
Purificadle con la pureza de un ángel,
Vos que sois la Virgen Inmaculada
y la Reina de los de los ángeles.

 Y purificado mi corazón
y preparada mi alma,
oh dulcísimo Jesús,
por María y José,
bien puedo deciros que vengáis.
 
Venid, sí, venid,
querido de mi amor.
No miréis mi miseria y mi vileza;
atended sólo que son
vuestra madre y vuestro padre adoptivo,
tan purísimos y tan queridos vuestros,
los que os recibirán al entrar á mi alma.
 
Venid, pues, venid,
dulce bien mío,
que lo deseo con ardor.
 
Amén.

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