.

martes, 13 de enero de 2015

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNION.


¿Es posible, mi amadísimo Patriarca San José,
que todo un Dios se haya dignado
darse en alimento á mi alma?

¿Es posible que el dulcísimo Jesús
se haya unido a mí,
haciéndome participante
de su santísimo cuerpo?

Así es: y yo,
miserable y pecadora criatura,
por medio de la sagrada comunión,
acabo de recibir en mi interior
a aquel mismo Hijo del Altísimo
que Vos tuvisteis en vuestros brazos
y estrechasteis sobre
vuestro ardoroso corazón.

 ¡Infeliz de mí, que no sé yo acariciarle
con aquella ternura con que lo hicisteis Vos!
 Que no sé yo adorarle
con aquella humildad y fervor
con que vos le adorasteis
al compás de los angélicos acentos,
que cantaban al recién nacido
Niño divino:

Gloria a Dios en las alturas
y paz en la tierra 
a los hombres de buena voluntad.

Suplid, bondadoso protector mío,
mi insuficiencia.

Dad por mí
millones y millones de gracias
al dulcísimo Jesús,
que tan incomparable fineza
me ha dispensado.

Pedidle que haga de mi corazón
una inmensa hoguera de amor suyo,
cuyo fuego consuma en mí
todos mis malos hábitos
y todas mis aficiones terrenas.

Pedidle por todas mis necesidades
y por todas las de la Iglesia,
del Sumo Pontífice y demás prelados,
 así como por las de mis parientes,
amigos y conocidos
y de todos los hombres
tanto justos como pecadores,
así fieles como infieles.

Interceded con vuestra amorosísima esposa,
para que, ya que tengo a Jesús en mi alma,
venga también ella a morar en mi corazón,
y le haga suyo, enteramente suyo.

Y Vos, divino Jesús mío,
recibid por conducto de vuestra madre
y de vuestro padre adoptivo,
con mi sincero reconocimiento,
el ofrecimiento que os hago
de no pretender desde hoy
más que vuestro amor,
y de esforzarme cada día
con nuevo ahínco en que mi alma
os sea siempre una morada
de amor y de delicias.

Amén



 


No hay comentarios:

Publicar un comentario